jueves, 16 de abril de 2009

El metro, tranporte de lectores


Como nueva beneficiaria del metro de Madrid, el primer mes resultó toda una experiencia. Durante el trayecto de aproximadamente hora y media que realizo dos veces al día, pasé los primeros días observando con minuciosidad científica al resto de los usuarios que entran y salen en las diferentes estaciones. Personas de todas las edades, sexos, credos y ocupaciones confluyen en el medio de transporte más popular de la ciudad, que para mi sorpresa parece más una sala de lectura.


Algunas carátulas gastadas sugieren autores y títulos reconocidos, otras envueltas en algún papel protector despiertan la curiosidad del observador por develar la misteriosa historia que se esconde en aquellas páginas. Un sonido, un hombre que pasa una página; otro sonido, la señora de la esquina pasa una página; nuevamente ese sonido, un niño en la asiento del medio pasa una página; otro sonido, el chico que se apoya en las puertas pasa una página y así pasa –también- el tiempo en el metro de Madrid. Seguí observando y decidí indagar más a fondo sobre este fenómeno que nunca antes había visto: El metro, transporte de lectores asiduos.


Era necesario aventurarse a llevar la investigación al siguiente nivel y comenzar a sondear a cuanta persona apareciese en el metro, preguntar, inquirir, examinar, curiosear, indagar para así descubrir, averiguar, aclarar.
En cinco diferentes días en dos períodos (de 7:00 a 8:30 am y de 3:30 a 5:00 pm) se realizó una encuesta en el metro, de sesenta personas “interrogadas” (treinta jóvenes y treinta adultos), sesenta dijeron que suelen leer para distraerse en el trayecto en metro. Lo que arrojó las primeras conclusiones: aunque una muestra de sesenta personas no es representativa de la población total de madrileños que utiliza el metro, el hecho de que de sesenta personas escogidas al azar sesenta opten por leer para hacer más llevadero su viaje en metro indica que un alto porcentaje de los usuarios de este transporte, leen, tienen cierto nivel cultural y académico o por lo menos la intención de mantenerse informado o de ejercitar su cerebro. Por otra parte, 38 de los encuestados prefieren los libros, mientras que los otros 22 prefieren leer el periódico. Y en este punto debemos detenernos para destacar que de los 22 que prefirieron el periódico 20 eran jóvenes. ¿Es que acaso está surgiendo un interés colectivo entre la población juvenil por la actualidad del país y del mundo? ¿Es acaso este el primer paso hacia una verdadera concientización y sensibilización de los jóvenes hacia los problemas mundiales, hacia la política y la economía? Todavía quedan sin resolver estas incógnitas, aunque más tarde conversando con uno de estos jóvenes la respuesta fue un tanto desalentadora: “cargar con un libro es muy pesado, en cambio el periódico es gratis y ni siquiera lo tienes que buscar porque te lo regalan en la entrada”. Pero por el motivo que sea, el hecho es que cada vez son más los lectores en el metro, ya sea de periódicos o de libros. Y así lo demostró la encuesta, sus resultados fueron contundentes; la mayoría de los que prefirieron libros, leen dos o tres libros por mes, y los que prefieren periódicos, los leen todos los días (por lo general tres periódicos diferentes).


Hasta este punto, hay una sola cosa clara: muchas personas leen en el metro (no sólo porque los podemos observar sino porque ellos mismos lo confiesan) pero aún no se asoma ninguna causa o factor determinante. Entre los encuestados había, comerciantes, amas de casa, profesores, teleoperadoras, estudiantes, profesionales y un sacerdote; sus respuestas acerca de las preferencias a la hora de leer no guardaron ninguna relación; así que por ahora la investigación no estaba vinculada a la ocupación de los encuestados. Su origen tampoco fue un factor determinante, ya fueran españoles o extranjeros, sus respuestas no estaban vinculadas con la nacionalidad. Entonces, mientras un estudiante leía “Curso de publicidad” en la línea 10 salió a luz otro aspecto interesante de la lectura en el metro. Dependiendo de la línea de metro, se lee más o menos. En las líneas 10, 6 y 5 se observaron más lectores, que en las líneas 1, 8 y 9; y mientras más cercanas al centro las estaciones, más lectores en los vagones, se encontraron. Aquí suirgió otra conclusión: tenemos un centro verdaderamente “cultural”.


Finalmente, las largas horas de observación y las preguntas mostraron que la mayoría de los lectores eran jóvenes y de sexo femenino.
Entre los periódicos más leídos sobresalieron “Metro”, “20 minutos”, “Qué” y “ADN”. Aunque gran parte de los encuestados aclaró que ocasionalmente y casi siempre en domingo compraban “El País” o “El Mundo”.
Por otra parte los libros más leídos fueron: “La catedral del mar” de Ildefonso Falcones, “La sombra del viento” de Carlos Ruiz Zafón, “Ángeles y demonios” de Dan Brown, “El niño con el pijama de rayas” de John Boyne y la saga de Harry Potter de J.K. Rowling.


El informe “Hábitos de Lectura y Compra de libros en España 2007” de la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE) mostró que el índice de lectura en Madrid es de 65,7%, lo que supera, en casi diez puntos, la tasa media nacional de hábitos lectores que es de 56,9%. El número de lectores en España ha aumentado y el número de lectores en Madrid ha aumentado de la misma manera; y más específicamente el número de lectores dentro del metro de Madrid es una cifra en ascenso (así lo indica nuestro pequeño experimento). Muchas campañas en pro de la lectura se han iniciado en el seno del Metro, en casi todos sus vagones podemos encontrar fragmentos de famosos libros que incitan a la lectura ; además contamos con un Bibliometro en las estaciones de Nuevos Ministerios, Canal, Aluche, Moncloa, Sierra de Guadalupe, Puerta de arganda, Embajadores, Mar de Cristal, Carabanchel Alto y Puerta del Sur; que nos brinda la posibilidad de seguir leyendo. Hay un subterráneo de ideas, de páginas leídas y de cerebros en acción que no dejan espacio para la vagancia y que fomentan el nivel cultural de los madrileños. Un espacio en el que convergen vidas unidas por una misma afición: la lectura.

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